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Valentina
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Abuelito te escribo un verso
uno de esos que ya no se escriben mucho
uno de que al sonar se vuelve eterno en un segundo.
Te escribo un verso corto
tan corto como el pasar del tiempo
pero tan largo como cuando a mi lado no te tengo.
Así como una foto artística
de esas que tu me haz enseñado a hacer
nacen mis versos que lloro al momento de releer.
Un verso que te haga reír, yo quiero
uno que se oiga en los cultivos
donde tu helicóptero se encargabas del riego.
Quiero escribirte uno de esos versos
que solo salen cuando te pienso
cuando agradezco porque te tengo
y cuando estoy contigo sonriendo.
Quiero que "La Mar siga estando serena"
y escuchar a André Rieu tocar
quiero ver a Charles Chaplin actuando
y a tu lado aprender a sumar.
Si se pudiesen borrar todas las nubes del cielo
escribiría un verso por cada vez que juntos reímos
uno por cada golosina, por cada sonrisa, por cada abrazo, por cada pizza.
Y uno más por todas las veces que he querido agradecerte por darme la mano
uno por cada vez que alado mío haz estado
uno por cada vez que me haz demostrado
que la fortaleza está en el alma y eres la persona más grande a la cuál he admirado.
Cadáver Exquisito
Duendecillo Roca alias “El Liliputiense” era el Duende más pequeño del pueblo. Todos los días antes de salir a la escuela, su padre para poder ayudarlo a crecer, le dejaba la comida en el lugar más alto de toda la casa para que el pobre duendecito salte y crezca. Después de intentar desayunar, el pequeño Liliputiense se dirigía a su escuela, donde no tenía ni un solo amigo, quizás no era porque nadie le quería, quizás era por la simple razón de que nadie lo veía.
Lo que caracterizaba al pequeño además de su corta estatura, eran las ganas de estudiar. Siempre que podía iba a la biblioteca y leía todos los libros que podía, a veces se apasionaba tanto con un tema que pedía prestado varios libros para poder seguir estudiando en casa. El problema era que cada vez que el duende quería participar en clases, como su cuerpo era mucho más pequeño que el escritorio, nunca se lo veía, y la profesora rara vez se acordaba de su existencia, no faltaba día que Liliputiense llegara a su casa con las manos llenas de libros y los ojos de lágrimas.
Un día por la mañana, Duendecillo decidió hacer algo para que todos sus amigos lo quisieran. Como ya era época de verano, y hacia demasiado sol, el Duendecito decidió inventar una máquina capaz de hacer nieve, el muy feliz se fue a dormir para poder ir y mostrárselos a todos.
- “De seguro les encantará y con esto me recordarán por siempre.”
A la mañana siguiente el duende despertó con mucha emoción y sin siquiera tomar su desayuno se dirigió a la escuela, dejó todo preparado para que cuando sus compañeros lleguen empezase a nevar, pero no sucedió así. El director, un elefante gigantón, entró a la escuela y sin percatarse de que había dejado Duendecillo su máquina en el piso, la aplastó, todas las piezas volaron por el aire, caían tuercas y tornillos por todo el lugar, para cuando llegaron los estudiantes, lo único que encontraron fueron pedazos de lo que tal vez sería el mejor día de sus vidas. Se enojaron por tal chiquero, y preguntaron quien había sido el causante de todo ese caos. Aprovechando la situación, Roca dijo: “Fui yo, yo lo hice, era una máquina de nieve.” Hubo silencio durante pocos segundos, todos los ojos caían sobre él, al fin lo veían, pero su felicidad duró poco porque
-JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAAJAJAJAJA
Echaron a reír todos los alumnos, quien iba a creer que ese pequeño pigmeo era capaz de levantar un martillo.
Él, cansado de que todo el mundo se burlase, salió corriendo a su casa y ya sin saber qué hacer juró vengarse algún día.
Al llegar a su habitación esa noche, una especie de gota de un liquido salado y cristalino se escurrió por debajo de su ojo izquierdo, y luego otra gota, otra mas, y dos mas, hasta que se convirtieron en charco, un charco salado y amargo que salía como cascada de los ojos del pequeño Liliputiense, y fue entonces cuando supo lo que es llorar por vez primera, sentía como su estomago se estremecía y una especie de bulto tapaba su garganta a tal punto que no podía tragar su propia saliva, su corazón que a propósito y para saciar la curiosidad de nuestros lectores era bastante grande para una personita de 58cm de alto, ese día se achico dos veces su tamaño.
Pasaron horas, y no paraba de llorar ni de sufrir esta metamorfosis en la que su pequeño y diminuto cuerpo se encontraba, su sangre hervía como un caldo de pollo caliente, y su pecho rebosaba y palpitaba mas indignado que los hijos del….. ¨yugo¨, sus manos empezaron a crecer y sus uñas a salirse de sus cuencas y torcerse, su cabello junto con el resto de su pelo se tornó en una especie de capa negra y con un olor petulante, la sangre que corría por sus venas, era negra como el petróleo, a su mente solamente se le ocurrió pensar que la única manera de saciar y alivianar su increíble dolor, era con un plato grande y reforzado de dulce venganza.
Un ¡CADAVER EXQUISITO! Exclamó…. Si! Resonó, muchos y muchos cadáveres exquisitos (y no se refería al genero literario) era una sed de cadáveres con una sazón del mas dulce sentido literal.
Fue entonces cuando usando la nueva y horripilante forma de su cuerpo, fue esa misma madrugada a pegarles una visita a cada una sus llamados ¨compañeros¨ y por supuesto no podía dejar atrás a su torpe profesor elefantonto, pero de el se encargaría luego, esa noche visitó y devoro uno por uno a sus enemigos, a cada cual lo cocinaria en su propia cocina con una receta diferente, un poco mas de sal por aquí para Juan. Y otro poco mas de achiote para Roberta la Mamerta.
Cayeron las 5 de la mañana y aún faltaba el culpable de su desdicha, el troglodita energúmeno e infradotado del elefante, al cual lo degolló con su propio esfero para calificar, puso a calentar su sangre en baño maría, y sus pesuñas las puso al horno con un poco de ajo para que agarren saborcito. Devoró a ese elefante con tal gusto que a uno se le abre el apetito o eso dicen las lenguas de las paredes que contaron esta historia, dicen que una noche como cualquier otra, escucha uno o dos pasitos y siente uno que lo observan con hambre, es el pequeño Liliputiense cobrando su venganza.
Fin
Cuento cuantas veces sean necesarias
así como cuento las horas para ser feliz.
Cuento los días que despierto a tu lado
tanto como las noches en las que he estado sin ti.
Cuento cuantas veces quieras que te cuente
y cuento los momentos en que me parezco a ti.
Cuento los segundos que no se hacen minutos
y cuento los minutos que te alejas de mi.
Cuento mis pensamientos sin pensar en lo que cuento
así como las tardes en las que me haces sonreír.
Y entre que más cuento y siento,
y pienso y cuento cuando estás aquí...
me doy cuenta que son más las veces que te cuento a mi lado,
que las veces que cuento cuando estoy sin ti.
Valentina Alegría Rhon Zurita
TE AMO AL MÁXIMO
Te amo, te amo, te amo, te amo y te quiero,
con todo mi ser,
con todo mis adrentos,
de la tierra al cielo,
del cielo al universo,
con todos los poros de mi piel,
siendo yo tu único amor verdadero,
siendo yo tu único anhelo...
... y quisiera arder con tal pasión
que no podría susurrarte al oído:
Te amo, te quiero.
Enviado por delavega
DESCARADO
- Oiga, ¡por favor!. Haga usted el favor de no mearse en la piscina.
- ¡Pero si todo en mundo lo hace!.
- ¡Sí!. ¡Pero no desde el trampolín!.
Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla.
Sigmund Freud
LENGUAJE
En las callejas del mundo
el lenguaje es sólo la mirada,
sin manos, es silencio, sin palabras
es la angustia con sus mil ojos.
Francisco Gálvez
TE AMO AL MÁXIMO
Te amo, te amo, te amo, te amo y te quiero,
con todo mi ser,
con todo mis adrentos,
de la tierra al cielo,
del cielo al universo,
con todos los poros de mi piel,
siendo yo tu único amor verdadero,
siendo yo tu único anhelo...
... y quisiera arder con tal pasión
que no podría susurrarte al oído:
Te amo, te quiero.
Enviado por delavega
DESCARADO
- Oiga, ¡por favor!. Haga usted el favor de no mearse en la piscina.
- ¡Pero si todo en mundo lo hace!.
- ¡Sí!. ¡Pero no desde el trampolín!.
Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla.
Sigmund Freud
LENGUAJE
En las callejas del mundo
el lenguaje es sólo la mirada,
sin manos, es silencio, sin palabras
es la angustia con sus mil ojos.
Francisco Gálvez